lunes, 2 de enero de 2012

Ángeles Fuimos

Al llevar la Muerte por días seguidos, cuando decidiste de vernos fue casi una resurrección. Fue como si hubieses abierto la puerta de mi celda, devolviéndome la vida de nuevo amor. Un calor dentro de mi pecho emanó cuando pronunciaste esas palabras... Qué magnífico es cuando las pronuncias tú. Los sueños recobraron sentido y mi vida, su razón. Tenía tanto miedo, quizás me ibas a devolver todos mis regalitos y cartitas, mensajes y fotos; quizás ibas a gritarme e ignorar mis abrazos y miradas desesperadas. No sabía que iba a suceder, pero igual fui por que te necesitaba. El sacrificio de sufrir tus rechazos, mi llanto, tú gritándome, cortándome el teléfóno, bloqueándome por todos lados, tu odio infinito... valieron la pena para llegar a ver esos ojos negros, que tanto amo. No sabía que decirte ni que hacer, no estaba del todo consciente que eras TÚ cuando salí de ese colectivo. No te abracé y deseé FELÍZ AÑO como quise, como me nacía; ya que temía que me niegues y te alejes de todas mis caricias. Fuimos hasta tu casa y almorzaste lo que para las fiestas preparé, me llenaste cuando dijiste que estaba muy rico, yo mientras jugaba con tu mascota, quien te mira como agradeciéndote siempre el haberle salvado la vida. Luego subimos a tu cuarto y me acosté en tu cama, olía tus sábanas y miraba alrededor... Jamás voy a olvidar ese cuartito, en el que fui tan felíz. Los recuerdos allí dentro son eternos, son para siempre. Ahí hicimos el amor tantas veces, con edades y ropas diferentes... algunas preparadas, otras por instinto. Me cuidaste como a un padre y fuimos los mejores amigos. Nos prometimos el cielo y una vida con futuro juntos. Nos cocinamos y reímos tanto. ¿Cómo hiciste para no llamarme estos días?
Llegaste al cuartito como siempre: soberano, serio y hermoso. Mi presencia en tu cama no cambio tu mirada ni tu cara. Yo me sentía idiota, pero más aún cuando no te recostaste conmigo, sino que te sentaste en una silla al lado. En ese momento, recordé días tormentosos en la clínica, fue como un Dejá vú. Quería tocarte, saber que ese momento era real, que tu ser estaba al lado mío como te rogué todos estos días, ver en ti que aún me amas y que todavía tienes sueños conmigo. Te pedí que te acuestes conmigo, a lo cual correspondiste. Y allí es cuando comenzó la magia.
Por que mi cuerpo, sintió el tuyo, e instintivamente comenzó a buscarlo, acariciarlo, enredarse en él, buscando desesperadamente abrazos y TE AMO , es natural después de haber estado tan triste, de haber luchado tanto para ese día, para ese instante en que te vi a los ojos, en que escuché tu inconfundible voz, que siempre me causaría escalofríos Mantuvimos un diálogo extraño... Sólo podía pronunciar palabras como te extrañé, te necesito, volvé conmigo. Tú seguías viéndonos con negatividad, las situaciones y personalidades no iban a cambiar, estabas tan cansado y sin esperanzas, mi angelito de alas rotas... Él tenía todos los momentos bien recordados como para justificarse de esas palabras, no digo que no tenía razón, todo lo que sus labios pronunciaban (aunque me hería horrores), eran con motivos lógicos. Sin embargo, el amor no posee lógica y mucho menos razón, así que nos propuse por verdadera vez primera lo que me juré que jamás haría: cambiar.  Ya que yo siempre concluí que si alguien me amaba, tenía que amarme por lo que fuese, sea como sea. Y a pesar de que por unos años así fue, es hora de dejar atrás esta enfermedad maldita y lo que conlleva, es hora de curarme. De ser otra persona para un futuro mejor, para no volver a cometer los mismos errores con mi pareja, los mismos que cometieron mis padres.
Cuando ante estas palabras no pronunciaste nada, sinceramente deseé la Muerte, pero aún así, quise terminar de disfrutar el día: un merecido sueño en paz. Me dispuse a dormir con la mejor compañía imaginada jamás: tú, el amor de mi vida. Contigo protegiéndome en las pesadillas donde te veía con otra y me cortaba, consolándome si lloraba y arropándome si llegaba a hacer frío. Cuidándome de mí. Te miré el cuerpo: perfecto, como siempre, sin ningún vello y puramente suave; la cara: esos ojos inconfundibles, que me hacían rogar tu amor, esa boca que me decía las mentiras mas deliciosas y tu pelo, negrísimo, con aroma a flores. Y con está maravillosa y última visión, cerré mis ojos llenos de lágrimas por tus dichos disponiéndome a descansar. Hasta que sentí tu mano y tu voz. Acariciándome el corazón, dijiste las palabras más hermosas nunca imaginadas por mí en ese momento: "¿Querés ser mi novia?". Con esa dulzura tuya, propia de un ángel, me trajíste la felicidad más plena para este nuevo año. Sólo tuya y tu de nuevo mío. Perteneciéndome, siendo absuelto y perdonado de todo. De la felicidad, nos hicimos el amor con pasión, como dos animales. Devolviéndome los sueños y llorando de alegría, tú acariciando mi vientre, pronunciando mi mayor anhelo: ser madre. Mencionando que deseas que YO fuese la madre de tus hijos.
Recuperando así, mi vida. Te Amo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario