Algunas veces, a nuestro refugio venía el sobrinito de N, a hacernos compañía. Este niño, marcó mucho en mí. Desde la primera vez que lo ví. Sé que se lee estúpido y hasta falso. Pero esta criatura es el calco de su tío, es como verlo con diecisiete años menos. Tiene sus ojos negritos, esa mirada triste, bondadosa, propia de esa familia. Tiene su color de piel, sus labios... y algunos gestos. Yo lo miraba, jugaba con sus juguetes, le hacía cosquillas, le cantaba, conversaba con él, también lo abrazaba.. Pero sobre todo, lo miraba, lo observaba mucho y este niño me encandiló. Llegué a quererlo mucho, llegué a tratarlo al igual que a mis sobrinos, le regalaba golosinas y lo cuidaba cuando lo dejaban solo en ese comedor. A pesar de que después retaba a N, ya que ese no era mi trabajo... pero lo que en realidad quería decir es "no lo dejen solo".
Mi amor no lo sabe, pero cuando él se iba de la habitación y Guillermo y yo quedábamos solos, yo lo cargaba y ponía su cabeza en mi pecho, abrazándolo fuerte, protegiéndolo, le decía que lo quería. Él respondía que también, entonces yo lo tomaba más fuerte, acobijándolo más... No quería que sufra, no quería que termine como yo, no quería que le pase nada malo. Con esa madre, que lo abusa y golpea, le grita, sacándole su inocencia, quitándole su dulzura... Por que esa madre me recuerda a mi padre, él fue del mismo modo conmigo. Y yo, en ese lapso de diez minutos, protegía a ese bebé con los ojos de mi amor. Dándole un escudo para que se proteja, un escudo para que sepa que hay amor maternal, sin violencia. Yo quería "salvarlo", quería asegurar su futuro, no deseaba que se convierta en alguien como yo. En alguien que se autoflagela: ya sea cortándose, no comiendo, ingiriendo drogas o alcoholizándose. Entonces yo además de ese abrazo protector, intervenía; diciéndole a N que defienda a su sobrino, qe "le pare el carro" a su hermana, por que va a terminar mal. Él me daba la razón, discutíamos el caso, lo analizábamos... Pero nada llegaba a nada, ya que la semana siguiente mi sobrinito volvía a ser víctima de maltrato. Era terrible escuchar como lo llamaba a gritos, o lo malvada que era con él. Por eso yo no la aceptaba a la hermana de N. Por que hay cosas que no se hacen, menos con los hijos... Sin embargo, no podía hacer nada, NADA. Por que el nene no era mi sangre, ni mi problema. Me agarraba una impotencia terrible cuando lo tomaba de los pelos y lo arrastraba, me veía a mí... Lo juro, me veía a mí. Al estar sin armas, sin poder defenderlo, ni hablar por él... Yo solamente le regalaba ese abrazo maternal. Por que él sería mi hijo de alguna manera, mi mayor anhelo... Es que es tan igual al hombre que amo... Que sé que si teníamos una familia, ese fruto de mi vientre se parecería a Guillermo. Y cuando lo cargaba en mis brazos, cerraba los ojos y lo deseaba mío, deseaba haberlo gestado yo.
Es que se merece una buena madre, y un buen padre... Como lo seríamos el pequeño y yo. Cuando nos acostabamos los tres en la camita, jugábamos y yo también jugaba, a la familia feliz. Fantaseaba que N era padre de ese niño, y yo la madre... Es que actuaba como tal, el bebé no tenía otra figura masculina ni es cuidado con tanta delicadeza como lo es que por el peque. Nos veía a los tres y deseaba que fuese realidad. Que yo era madre de ese niño dulce con ojos tristes y que mi amor al fin, al fin me diese un hijo.
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